No
hay duda de que Puerto Rico es un lugar lleno de ritmo y sabor. En cada rincón donde uno llega se escucha el
sonido de alguna melodía, canción o ritmo que nos lleva a cantar, tararear,
mover nuestro esqueleto o todo a la vez.
Llevamos tanto ritmo en nuestro vivir social que hasta en los paros o
huelgas, el acompañamiento musical es uno de los elementos claves durante los
mismos.
Nuestra influencia musical no se ha limitado
únicamente a los ritmos autóctonos. Los
boricuas también hemos sido exitosos con algunos de los ritmos más conocidos de
nuestro entorno caribeño. Así ocurrió
con el merengue dominicano cuando en un momento los dos exponentes más exitosos
del mismo eran Olga Tañón y Elvis Crespo.
Hay otros ritmos como el reggaetón que han sido dominados casi
totalmente por boricuas. Grupos como
Cultura Profética exponen sus mensajes usando principalmente el reggae
jamaiquino. Y ni hablar de nuestra bomba
y plena cuyos ritmos con instrumentos a base de cuero le mueven los pies
incluso a los que alegan tener dos pies izquierdos.
Fue en este ambiente social musical en el que nacemos y nos desarrollamos como individuos en nuestro querido Puerto Rico, que en una ocasión recibí de una compañera mexicana de trabajo durante una visita de ella a Puerto Rico la pregunta que me dejó saber que algo en mí no estaba del todo desarrollado. Su pregunta fue “sencilla”: ¿Y tú bailas salsa?
Ciertamente la pregunta no era tan sencilla como
parecía. Primero, porque al decir “y tú”
ya implicaba lo que me confirmó casi instantáneamente, llevaba varios intentos
tratando de bailar salsa con alguien.
Segundo, porque antes de que le contestara me disparó la siguiente: ¿Qué
pasa con los boricuas que yo pensaba que todos bailaban salsa de
nacimiento? Tercero, aunque logré salvar
la situación y mantener la honra boricua con una salsa simple de pasos pa’lante
y pa’tras, una vueltita sencilla a la derecha y un par de pasos libres, supe
que era mucho el tramo por recorrer para poderme denominar como bailador de
salsa.
Ese evento lo tuve marcado en mi mente por mucho
tiempo hasta que finalmente decidí confrontar esa deficiencia. Aunque parezca exagerado, el no sentirme
bailador de salsa no me hacía sentir 100% boricua. ¿Cómo era posible que teniendo a casi la
totalidad de los grandes exponentes de la salsa corriendo su música por mis
venas desde siempre, no bailara más allá de un pa’lante y pa’tras? Bastó con una búsqueda en Google y dar con el
concepto que cambió literalmente mi vida hace ya poco más de un año y medio:
Cambio en Clave.Este proyecto social liderado por Rafa Cancel y cuya historia puedes leer en www.aprendesalsa.com hizo en mí lo que ya ha hecho en más de 10,000 personas, un nuevo despertar social. Todo comenzó en la misma primera clase que en aquella ocasión se tomaba en Punto Fijo, en el Centro de Bellas Artes de Santurce. Mi clase era los lunes y desde entonces, es uno de mis días favoritos de la semana.
Estar en una clase bailando salsa con sobre 100
damas, era suficiente motivo como para llegar cada lunes a las clases. Como todo buen proyecto, llevado con cariño,
respeto y dedicación, no era de sorprender que el mismo seguiría
evolucionando. Hoy las clases son en el
atrio del Coliseo de Puerto Rico, nuestro Choliseo. Cada lunes, martes y miércoles cientos de
personas se unen por casi dos horas a recibir algo más que una clase de
salsa. Allí se está construyendo un
nuevo Puerto Rico donde se rompen todas las barreras que nos separan como
sociedad. Unidos bajo la idea de
aprender a bailar salsa, encuentras gente de todas las clases sociales, edades,
creencias religiosas y políticas, profesiones, intereses y demás elementos que
no necesariamente suelen unir a las sociedades.
Durante las clases se fomenta preguntarle el nombre a
la persona con la que estás bailando en ese momento. En cuestión de minutos esa pareja “rotará”
para moverse a bailar con la siguiente y se volverá a repetir el “pregunta
nombre” una y otra vez. Así en una noche
se puede bailar con decenas de personas a las cuales les habrás al menos
preguntado el nombre y agarrado la mano.
Esos dos elementos que parecen obvios y sencillos, son la semilla para
una nueva sociedad. Gente que se conocerán
primero por cómo se llaman, se mueven, se disfrutan la música y se viven el
ritmo antes de conocerse por todo lo demás.
Igualmente el elemento de contacto es sumamente importante en una
sociedad que parece dividirse incluso por las cosas que debieran unirnos.
El cambio social que está logrando Cambio en Clave
además redunda en otros elementos que socialmente no pensábamos que serían
aceptados. Cientos de personas deseosas
porque llegue el lunes, el martes o el miércoles en la noche. Esas mismas personas luego arropan la zona
cercana a la bancaria los lunes y martes y la ciudad amurallada la noche del miércoles para
encontrarse en lugares a practicar, salsear, compartir y divertirse como
pueblo. Ese mismo ritual se repite cada
noche de los otros días de la semana en Río Piedras, Guaynabo, Santurce, Isla
Verde, Piñones, el Viejo San Juan y en algunas otras zonas principalmente del área
metro de San Juan.
Es gente diversa que va formando un nuevo Puerto Rico
social que no se basa en quién eres por lo que posees, sino en quién eres por
lo que me brindas como persona. Una
nueva sociedad donde el médico baila con la universitaria, el retirado con la
profesora, el banquero con la abogada, el desempleado con la directora de
Recursos Humanos, el ateo con la cristiana, el capitalista con la socialista,
el pobre con la adinerada y así sucesivamente, emparejamientos que difícilmente
se logran en otro proyecto.
¿Por qué bailo?
Bailo para sentirme más boricua que antes, para perder peso y para tener
una mejor salud por medio del ejercicio aeróbico y cardiovascular que
representa el baile. Bailo porque por
medio de la salsa y de todo lo aprendido en Cambio en Clave, ahora tengo decenas
de amistades nuevas que hemos compartido e ido de rumbas por casi toda nuestra
querida Isla. Bailo porque sé que
estamos sembrando una nueva sociedad dentro de la que se nos está
muriendo. La nueva sociedad de compartir
entre todos sin importar nada, de extendernos la mano para bailar juntos, de
abrazos sinceros por la alegría de encontrarnos en una rumba, de volver a
literalmente tener “un pueblo que baile en las calles”. Esa es la patria que le quiero dejar a mis
hijos y todos nosotros lo estamos logrando…poco a poco, paso a paso, vuelta a
vuelta.
En cada salsanga vamos sembrando la semilla del
compartir social sano. Días bien especiales para sacar a pasear el sandungueo
boricua full y dejar en cada paso una huella para una mejor sociedad. Ahora te
pregunto, y tú, ¿bailas? Hay esperanza de un mejor Puerto Rico y por eso...Estamos Bien...Edu.