Vivimos nuestras
vidas en una autopista de prisa e inmediatez.
Y al igual que casi todos los que andan sumergidos en ella, lo vemos
como normal. Así nos acostumbramos a ver
el sol salir y esconderse cada día desde la ventana de la oficina, del salón,
de la casa, leemos sobre eventos a los que no pudimos asistir, películas,
conciertos, obras a las que deseamos ir, y no fuimos…nos lamentamos cada día en
Facebook y después de recibir dos likes (a veces uno de nosotros mismos) nos
convencemos de que así es la vida.
Así, sin
darnos cuenta establecemos una rutina básica sobre la que montamos las pocas
excepciones que nos vamos permitiendo.
Nos levantamos más o menos a la misma hora, cada mañana hacemos casi la
misma rutina y así durante el día se va repitiendo un patrón al que le añadimos
pequeñas modificaciones como en vez de almorzar en la oficina, hoy lo haremos
afuera (o vice-versa), en vez de ir directamente a la casa, paramos en algún
happy hour…y también justificamos la rutina porque después de todo no podemos
cambiarlo (eso nos creemos).
Mencionaba
que vamos “viviendo” la vida de prisa e inmediatez como si tuviéramos que hacerlo
y saberlo todo ahora, primero que nadie…como si eso nos diera puntos en el
juego de la vida. Pero una vez tienes la
oportunidad que he tenido de hacer una pausa y salir de esa autopista, todo lo
que ves es un mundo de gente en una carrera por ver quién llega primero al hoyo
por donde te irás a la próxima vida.
Solo basta hacernos una pregunta…¿por qué todo tiene que ser para ahora? El día que comiences a dejar para mañana las
cosas que no ameritan tanta inmediatez, tendrás más tiempo para vivir.
Decía que
durante los pasados meses he estado viviendo…porque he podido como diría el
poeta inglés, smell the roses. Pude
salir de la banca desde donde observaba todo ocurrir y ahora he logrado ser
parte de esa historia que se nos presenta ante nuestros ojos. Los que me conocen saben que unas clases de
salsa que comencé a tomar hace un año y tres meses le dieron a mi vida un giro
de 180 grados. Volví a sentirme humano
con la necesidad real de hablar frente a frente y no a través de un mensaje de
texto o de un correo electrónico.
Volví
a conocer gente nueva en mi vida que no llegaban porque fueran los nuevos
vecinos, los primos que casi no conocía, los nuevos compañeros de trabajo o
toda esa gente que nos vemos forzados a integrar a nuestras vidas. Esta vez he conocido gente que posiblemente
de haber seguido en la burbuja que estaba no los hubiera conocido. Gente de todas las edades, profesiones y
visiones de vida posibles. Hoy muchos de
ellos son verdaderos amigos, de esos que te conocen por lo que eres y
precisamente te quieren por lo que eres.
No de esos “amigos” que te quieren por lo que tienes y cuando no tienes,
se alejan. Volví a retomar el papel de
papá pero agrandado, papá amigo, papá compañero, papá maestro. He podido dar mucho de mí a otros para juntos
y entre todos ir cambiando actitudes y nuestro entorno social.
El
reencontrarte con todas esas cosas, tiene el efecto de llevar la vida a otro
nivel y en otra dirección. Uno se siente
lleno de vida y con deseos de cada día conocer más gente, de poder dar lo mejor
de uno a cada uno de ellos y de salir…a reencontrarte con ese joven bullanguero
que vive dentro de uno, con esa vida que siempre estuvo ahí esperando por uno.
Ahora
también llegó el tiempo de reencontrarme con mi blog y darle más cariño…escribirle
sobre más cosas que en estos meses me han mantenido viviendo y lleno de alegría. ¿Y tú que has hecho? …Por eso Estamos Bien…Edu.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario